Se preguntaba Javier Krahe en “cuervo ingenuo” si el PSOE era socialista y obrero por sus políticas en la primera legislatura del ejecutivo de Felipe González. Las políticas liberales en economía, el engaño de la OTAN y la conversión de un partido de clase en un “catch all party” alejaban a los socialistas de la izquierda clásica. Aún así, las políticas sociales relacionadas con la sanidad o educación pública o la depuración del ejército aún permitían considerar al PSOE como un partido socialdemócrata. Las reformas planteadas hoy en el congreso por José Luís Rodríguez Zapatero cierran el ciclo abierto en los años ochenta y alejan irremediablemente al PSOE de la izquierda y de la socialdemocracia.
Las reformas presentadas por el presidente del estado van todas encaminadas a “reducir el déficit” tal y como le han pedido la UE, el FMI y, según dicen los periódicos, hasta el gurú Barack Obama. Lo que se olvida de comentar es que el gasto público en España es de los más bajos de la UE, y que el problema de España es la recaptación pública, lo que hace imperantes unas reformas fiscales tal y como ha pedido en el congreso Joan Herrera y que Zapatero ha contestado con un: “ahora no es el momento”. Ya se le ha olvidado tanto la socialdemocracia que hasta pujolea.
Estamos inmersos en una crisis económica mundial creada por las políticas liberales y la avaricia y especulación de unos bancos que han sobrevivido y pagado sueldos millonarios con dinero público de todos los estados. Sin embargo, los mismos que nos llevaron hasta esta crisis siguen en sus puestos y, para colmo, son los encargados de marcar las políticas necesarias para reflotar la economía. La mayoría de los tan refutados miembros del FMI que ahora piden a España reformas sociales y laborales son los mismos que hace cinco años loaban las políticas de esos bancos a los que tuvimos que rescatar con dinero público. Y también son los mismos que realizaron los planes de rescate en los años ochenta y noventa para los países en crisis que tan obedientemente siguió Argentina hasta que en el año 2000 el corralito hundió a la clase media y empobreció hasta límites indecentes a las clases bajas.
En España, tras las privatizaciones del gobierno de Aznar que expoliaron a la población de multinacionales públicas como Telefónica y las propiedades e instalaciones de estas, se inicio un periodo de especulación inmobiliaria que arruino parte de la riqueza natural del país y permitió el enriquecimiento de especuladores y regidores de urbanismo que han agravado la crisis tras el pinchazo de la burbuja. Todo esto en un país donde el caciquismo es un estilo de vida y hasta las tonadilleras se permiten el lujo de robar del erario público y donde defraudar a hacienda es un deporte nacional.
¿Y cuál es la propuesta del gobierno Zapatero? ¿Reformas encaminadas para perseguir el fraude fiscal? ¿Mayor control sobre los bancos? ¿Una política impositiva mayor para las grandes rentas? No, las propuestas del presidente socialista son congelar las pensiones, rebajar el sueldo a los funcionarios, areducir drásticamente el gasto público y otras lindezas similares. El colmo de todo es acabar finalmente con la Ley de Dependencia, ley estrella de los ejecutivos de Zapatero que tras aprobarla sin presupuesto en su momento, ahora ha decidido acabar de rematar. La crisis que la paguen los de siempre, que se aprieten el cinturón los que menos tienen para gloria del mercado, de las bolsas y de la banca. Tras el decretazo popular, el decretazo socialista. Y para la semana que viene la reforma laboral. Como diría el ex-ministro popular, manda huevos. El gobierno, actuando de este modo, se enfrenta a una huelga general que los sindicatos deberían empezar a plantearse. Parece que lo único que importa es conservar el gobierno, aunque sea a costa de empobrecer a su electorado y perdiendo por el camino la poca ideología de izquierda que les queda, o después de hoy, quizás es más acertado quedaba.
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