13 de març 2010

Secuestro democrático

Siempre me he considerado un europeísta, el proyecto de confección de una comunidad política y económica -aunque lo de política suene a broma- que reúna a las naciones europeas en un proyecto de futuro creo que parece atractivo a todo el mundo. No obstante, la actual Unión Europea y la necesidad de ceder parte de la autonomía del estado a Bruselas suponen un secuestro democrático que debería crear un debate abierto en la sociedad.

Actualmente, todos los países europeos sufrimos las consecuencias de un atraco a mano armada perpetrado por economistas, agentes de bolsa y entidades bancarias que han sumido a todo el planeta en una crisis económica sin precedentes desde los años treinta del siglo pasado. En esta situación, los partidos de izquierda, al menos ideológicamente, deberían apostar por un mayor gasto social aun a riesgo –seguro- de aumentar su déficit siguiendo la teoría económica keynesiana. El gasto público y la creación de empleos por el estado a costa de un endeudamiento podrían reactivar la economía y el consumo y, una vez recuperada la economía, se podría poner al día el balance de pagos sin tener que prescindir de todos los logros de seguridad pública obtenidos durante el siglo XX. Sin embargo, la preocupación de todos los partidos, al menos en España, se centra en reducir el déficit fiscal a instancias de las instituciones europeas.

En el último debate en el congreso sobre la crisis económica, el portavoz del PNV, partido poco sospechoso de ser de izquierdas, comento que el gobierno socialista se encontraba en la encrucijada de pactar con el partido de la oposición unas medidas liberales contrarias a su ideología o actuar acorde a su ideología contradiciendo los mandatos de las instituciones económicas internacionales y de la Unión Europea, todas ellas lideradas por “expertos” económicos con multitud de títulos de las más prestigiosas universidades occidentales y de una tendencia marcadamente liberal, curiosamente un currículo muy similar al de los altos directivos de todos los bancos que nos han situado en esta delicada situación económica.

Parece claro que el ejecutivo de Zapatero no se atreverá a contradecir a Bruselas, y es evidente que España no puede decidir a su antojo el valor del Euro. En esta situación, lo que cabe preguntarse es: ¿Y cuál es la alternativa de la izquierda si debe seguir unos mandatos liberales marcados por Europa? Si no podemos decidir la macroeconomía del estado, ¿qué poder real tienen las instituciones estatales? ¿Para qué vamos a votar cada cuatro años si no podemos movernos fuera de un margen marcado por los liberales? La única solución es dotar a la Unión Europea de un poder político real que le permita decidir el destino conjunto de todos los estados miembros o, si como parece eso es una quimera, la izquierda debería abandonar el proyecto europeo y defender los intereses de la población que le vota y no los intereses de una unión económica que parece que jamás será política.

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